lunes, 24 de mayo de 2010

Pentápolis



Como es posible que Diez pares de ojos vean de modos tan disyuntivamente exacerbados? Es posible que en 5 puntas de una estrella llamada ciudad, convivan lores y señores, pares y dispares, muertos y no tan vivos?




Así lo creo. Y es porque por no mas de 5 minutos conviví en Pentápolis, con una extraña sensación de lo irreal, pero entendiendo que solo estaba experimentando un extraño modo de la vida que todos conocemos. 5 minutos, 5 puntos cardinales, 5 puntas de estrella, 5 seres que se le pueden llamar " vivos", solo bajo esa extraña y compleja dimensión, pero a la vez tan llena de cada uno de nosotros.

12:03. m.m (medium Meridium) Esos ojos de albatro se cruzaron con los mios. Los de aquella niña que quería ir en búsqueda de sus padres, los que murieron al caer aquel avión donde iban en camino a buscarla, por las vacaciones de primavera. No hablaba, porque en Pentápolis no hay palabras. Sólo la capacidad de los que la visitan de leer los sentidos no sonoros de sus habitantes. Bastó solo mirarla para entender la profunda tristeza que hedía tras esas ropas de carmesí blanco, con aroma a hinojo y jengibre. Su tristeza no era por la muerte de ellos, ni por la estadía de ella en Pentápolis. Solo la inquietaba la imposibilidad de poderse reunir con ellos. Podía verlos. Solo bastaba mirar al grado 357 y poder ver que ahí estaban ellos, con largas vestiduras blancas y una mirada de complacencia, como si nada les faltara. Ella se preguntaba si no la extrañarían, sino no la echaban de menos. Tal vez nunca lo sabría.

12:04 m.m. En esta vida se llamó Detret Louvre. En pentápolis quería encontrar la identidad que le robaron los cocteles de Vicodin y Prozac, cada vez que leia a Balzac. Aun no entiendo el aroma que leía en él. No era a azucenas, tampoco a rosas negras. No eran tampoco ni los alcanos, alquenos, vapores o alcoholes que inundaban sus venas. Era un algo mas. De su ojo izquierdo brotaban dos lágrimas, del derecho tres, la última de ellas no transparente, más bien tornasol. Era esa última la que reclamaba el derecho a existir, a que el entonces Detret Louvre hubiese entendido que la mejor decisión, es a veces la que no se forja con cobardía, aunque sea la más difícil.

12:05 m.m. Muy anciano para vivir, más anciano para morir. Por eso vino se asiló en Pentápolis. Miserable como cualquiera, repleto de nicotina hasta los pensamientos. Demasiado perturbado para querer una palabra de su entorno. Lasciva soledad la que fornicaba con él luego del engaño de su primera esposa y la enfermedad de la segunda . Probablemente tampoco soporto la vida que realmente debe ser para buscar ese "camino" que todos queremos buscar alguna vez, cuando lo que venimos haciendo no nos gusta. Ese existencialismo tan necesario, pero en muchas ocasiones tan patético que termina dejando a muchos en ciudades de 5 puntas, viendo sólo un centro subyacente sin sentido y sin razón. }

12:06 m.m. Fue extraño dirigir mi mirada a esa punta, por que lo único que podía percibir era esa peculiar cabellera semi dorada, con puntas ceniza. No había piel, no había rostro, al menos no visible. Sólo una larga cabellera de finos hilos que cubría desde sus pies, pasando por las ruedas de la silla donde estuvo postrada por años de vida material hasta cada centímetro de su piel. No entendió jamás mientras vivió en Amsterdan, porque la sociedad la veía como un saco inservible de huesos, como una mortaja viviente inerte e inservible. Su bella cabellera la hacia anormal y envidiable, pero de nada sirvió para ser tomada en cuenta más que por eso.

12:07 m.m. Los perros también tienen derecho. "O acaso no es suficiente ( me decía su pelaje) el modo en que nos tratan ustedes?" En cierto modo quede perplejo, como tras ese mas de pelos y pulgas, había un par de ojos, como los de esa bella niña 5 minutos atrás, pero estos con tono de reclamo a mi, como representación de lo que hizo a Turion querer vivir en Pentápolis. La dirección en la cual se movía su pelaje era como un código morse. Me decía que somos unos desagradecidos. Que no apreciamos la vida animal. Lo que no depredamos, lo convertimos en vestimenta, o simplemente no apreciamos, dejándolos muchas veces a la deriva. " Me cansé" Dijo su último fragmento de pelo, mientras caía, como en mórfosis.

Estaba un poco más claro luego de estos 5 minutos, a que había venido, pero seguía sin entender algunas cosas. Hasta que desperté y vi la primera plana del periódico, aún sobre la alfombra de mi puerta:



"173 VIĆTIMAS FATALES EN ACCIDENTE AÉREO"


"Sobrevivientes cuentan minutos de agonía"


Sólo tres habían sido encontrados con vida hasta los momentos. Uno de ellos era un pasajero el cual trabajaba para la aerolínea, en el departamento encargado de la revisión mecánica de los vuelos antes de partir. Lo encontraría a el en mi próxima "visita" a Pentápolis. Entonces podría entender todo. Su motivo para pedir asilo en una de las 5 puntas, era tal vez el más valido de todos. Se sentía culpable por no dar la debida importancia a la revisión de su último vuelo. Desde hace un par de semanas uno de los motores no había cumplido con los debidos controles, por aquello de la desviación de recursos, de malversaciones típicas que a él, por supuesto, le reportaban su debido cheque cada mes. "No pasará nada. Son detalles menores". Detalles que esta vez cobraron 173 vidas, que dejaron a muchas familias incompletas, a una niña de ojos de albatro, sin padres. Con una profunda soledad y ahogo que la llevo a jugar de mas con sus muñecas, no con las de trapo, sino con las que unían sus antebrazos con las manos. Juego peligroso con hojillas. Un cliente más para la morgue horas después.

Detalles menores que influyeron en que Detret Louvre, Piloto de profesión, no pudiese maniobrar bien, al momento en que uno de los motores empezó a fallar. Menuda combinación entre las malversaciones, las fallas mecánicas, y un coctel de Prozac y Valium la noche anterior, aún a sabiendas que al día siguiente salía a primera hora para París, sin tomar en cuenta que tenía bajo su responsabilidad casi dos centenares de vidas.

Que decir de la culpa sentida por aquel adulto maduro, que no se sentía comodo desde hace 22 años como Ingeniero Aeronaútico, por aquello de que siempre quiso ser actor y cada vez le prestaba menos atención a su trabajo. Hubiese cambiado algo las cosas, si en vez de sólo firmar una hoja de aprobación, hubiese hecho una verdadera revisión al avión antes de partir? El sabía que si, que el hizo una gran diferencia. Lo que no sabia es la conjunción de factores que existía tras todo aquello, y frente al televisor, sintió entonces la gran culpa sobre sus hombros, semejantes a un lecho de acero. Fueron suficientes unos cuantos metros de soga, unos nudos propios de un Ingeniero, y pocos segundos de esto en su cuello, para pedir un pase a Pentápolis.

Lástima que no pensó en su esposa, que a pesar de estar postrada en una silla de ruedas por tantos años que ya había perdido la cuenta, aún estaba viva, y al escuchar esos extraños ruidos que eran más un pasaje expreso a Pentápolis que otra cosa, Decidió asomarse al estudio de su marido, donde lo halló sin vida, y en su rostro con las mismas lágrimas que yo ví en Detret "Minutos" después. Ella no se fue por una salida tan poética, pero no podía permitir que la soledad le hiciera experimentar una muerte menos literal y mas surrealista. Bastaba con salir veinte pasos fuera de esas puertas y experimentar el rechazo de un ignorante pueblo, que la culpaba por tener una cabellera de dioses, juzgándola como bruja, en pleno siglo XX. Es por eso que se lavó cuidadosamente con Kerosene, de los pies a la cabeza, cuidando no dejar seca su cabellera, y luego prendió con estoicismo uno de los cigarrillos que había en el estudio de su difunto marido, por la simple complacencia de reunirse con aquel único ser que la había comprendido y tolerado por todo lo que se podía llamar vida. Minutos después, el insoportable olor a carnero quemado despertó la inquietud de los vecinos, para quienes ya era demasiado tarde: Ya Marino y Marina ya estaban en Pentápolis.

Sólo con los días, por otra de esas frecuentes visitas a Pentápolis, entendí como es eso de que los perros se parecen a sus dueños. Turion era un bello Terrier, de pelaje medio, y de ojos de Albatro, como los de la bella Alana. Aunque nunca lo dijo, sólo lo ladró, tuvo que haber sido impactante para aquel can, entrar a la habitación de Alana, y sentirla sin signos vitales, sobre un charco de sangre, y las muñecas cortadas... Los animales son instintivamente sabios, y con los días sintió mas la ausencia, al no encontrar su comida a la hora, ni los cariños de su dueña habitual, sumados a la indiferencia de los mortales que lo rodeaban. Recordó lo cuidadosa que era Alana cada vez que cruzaba la calle, y cuando le decía que tenía que tener cuidado porque los carros mataban. Su instinto lo llevo a, en el primer descuido de la Abuela de la ya no existente Alana, a salir corriendo por la puerta principal, y atravesarse al primer carro que pasar... Se cansó.

Sólo ahí pude entender que No es sobre el no estar, sobre el tomar la decisión apropiada de huir o sobre la valentía para ser tan cobarde. Es sobre la mente humana, sobre la falta de empatía que podemos llegar a tener con frecuencia y sobre la responsabilidad que pueden tener las acciones de cada ser humano en el resto de su entorno.

No es vivir, es saber vivir. O acaso quieres vivir en Pentápolis?

Incongruencias


Estar y no estar, es como el vicio fatidico de creer que te tengo y no sentirte en las noches. Suave almohada de agujas las que me sirven como caricia a las mejillas que no tengo, las que estan gastadas de modo inefable por la ausencia de los pensamientos.


Pude creer sin pensar, pensar sin sentir, sentir sin existir, pero elegi creer en ti mientras te pensaba y aun asi dejaba de existir. Fuiste lo que fuiste una vez y eres lo que has llegado a ser. Abstracciones mordaces, adicciones falaces, entre tangos y lisonjas, entre Troilo y Pichuco, entre bandoneon y alfajores; asi resultaste ser: La parte de mis dias que mas añoraba y la que nunca tenía, la parte de mis noches que siempre dolía.


He elegido no lucharte, no tenerte, no pensarte, y dejar que este titanio se apodere de unas venas gastadas de tanto ser cortadas sin éxito. He elegido no soñarte por la impresión de no querer despertar. He, en cambio, elegido la verde lucidez del ajenjo, la que me lleva a no amar, la que me lleva a observarte de lejos, la que ha hecho que tu, la que tantos siglos ha estado en mi espejo, se quiebre como hojarascas marchitas debajo de escaleras de algodón y sea comida de gatos pardos.


¿Luna? Púrpura. ¿Sol? Sabor a canción. La de inmortales y desahuciados, la de provincias, la de barcos, la de anclas que nunca calan en el fondo del mar, la de errantes ermitaños que sólo piensan de que color tendrán la piel cuando deje de llover, la del sónido de los aleteos de pìrañas sin dientes y de anguilas sin alma. ¿Luna? carmesí ¿Sol? sabor a hiel. La de que cae de tu piel cuando la mudas, la de ondas marinas que van y vienen cuando callas y cuando ries. Carmesí de labios con sabor a muerte y aroma a nenúfares.


Ausencia de letras, se apaga la luz. Melancolía de los dioses, alegría de nefilines, neutralidad de demonios. Con tinta sangre se escribirá el llanto de los desalmados, la alegría de los delicuentes y el lado oscuro de las almas pobres. Mortalidad.

El dia en que la Tierra se Detuvo

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